Cuando el niño ha perdido su armonía emocional, cuando su ánimo ha decaído, cuando ha sufrido un quiebre emocional (reciente o no) o cuando no puede expresar lo que le sucede. En trastornos del desarrollo, inmadurez o dificultad para concentrarse. También frente a problemas para dormir, falta de apetito, problemas de autorregulación del temperamento, impulsividad, cuadros angustiosos o de ansiedad. Puede ser muy beneficiosa, además, en chicos del espectro autista para ayudarlos a sobrellevar el estrés.